sábado, 26 de diciembre de 2009

Celestina, el vino y la tristeza del corazón



Reviso estos días La Celestina y  me encuentro con este curioso pasaje que no recordaba y que no me resisto a compartir contigo. Y menos ahora que ha llegado el frío. Pertenece al Auto IX, al momento en que Pármeno y Sempronio, criados de Calisto, están comiendo en casa de Celestina. Los acompañan Areúsa y Elicia, amantes de los criados y pupilas de la vieja alcahueta. El ambiente es festivo y lujurioso, aunque no faltan las rencillas entre ellos y, en el fondo de sus corazones, ya duermen agazapadas la codicia y la traición. Es entonces cuando Celestina, que se siente sola y vieja en medio de las caricias de los jóvenes, emprende este elogio sin desperdicio de las propiedades del vino.

CELESTINA: Asentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar hay para todos, a Dios gracias; tanto nos diesen del paraíso cuanto allá vamos. Poneos en orden, cada uno cabe la suya; yo, que estoy sola, porné cabe mí este jarro y taza, que no es más mi vida que de cuanto con ello hablo. Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar, porque "quien la miel trata, siempre se le pega de ella". Pues de noche en invierno no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de éstos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto aforro todos mis vestidos, cuando viene la Navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene continuo en un ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año. Que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días: esto quita la tristeza del corazón, más que el oro ni el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza, pone color al descolorido, coraje al cobarde, al flojo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del anélito, hace potentes los fríos, hace sufrir los afanes de las labranzas; a los cansados segadores hace sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas, sostiene sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello, que todos tenéis cabellos. Así que no sé quién no se goce en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que con lo que sana el hígado enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor, para eso poco que bebo; una sola docena de veces a cada comida. No me pasar de allí, salvo si no soy convidada como agora.
PÁRMENO: Madre, pues tres veces dicen que es bueno y honesto todos los que escribieron.
CELESTINA: Hijos, estará corrupta la letra, por trece tres.


¿Puedes imaginar cómo sería una Navidad en 1499? ¿Y el vino bueno por el que tanto se afana Celestina? ¿Cuánto darías por probarlo? ¿Sabías que el vino conforta los celebros? ¿Trece o tres? ¿Tú que piensas? Lo del cortezón de pan ratonado me ha llegado al alma. Cuando de niños mordisqueábamos el pan, mi abuela decía que lo habíamos dejado como si lo hubieran roído los ratones. Supongo que era cierto.

En este mismo auto encontramos, en boca de Areúsa, una dura crítica a las señoras. Una crítica que anuncia los nuevos tiempos que están llegando, lejos ya de la fidelidad medieval al señor.

Ruin sea quien por ruin se tiene. Las obras hacen linaje, que al fin todos somos hijos de Adán y Eva. Procure de ser cada uno bueno por sí, y no vaya a buscar en la nobleza de sus pasados la virtud.

Que jamás me precié de llamarme de otro, sino mía. Mayormente de estas señoras que agora se usan. Gástase con ellos lo mejor del tiempo, y con una saya rota de las que ellas desechan, pagan servicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, continuo sojuzgadas, que hablar delante de ellas no osan.


Las imágenes corresponden respectivamente a una recreación de Celestina hecha por el pintor Robert Henri en 1908; a una ilustración anónima medieval en que se documenta el cuidado y conservación de los vinos y a una de las primeras ediciones de La Celestina como tragicomedia.

Me quedo con el refrán que emplea Celestina: Quien la miel trata, siempre se le pega de ella. Y me voy, que creo que abajo tengo algún Rioja bien guardado y estamos en Navidad.

2 comentarios:

  1. ¡Cuántos años hacía que no leía algo de La Celestina! Las grandes obras literarias siempre encierran, y recogen, grandes verdades, como la del (buen) vino o el pan por donde han pasado "ratones" o tantas otras cosas...

    Un saludo navideño.

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  2. Que gusto volver a leerte
    Feliz Navidad

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