martes, 15 de mayo de 2012

Vaciar el alma de ternura


Inventario de lugares propicios al amor

Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

Ángel González | Tratado de urbanismo, 1967


La fotografía que ilustra el poema se titula Les amoureux du Quai du Louvre, y fue tomada por Frank Horvat en París, ciudad bastante propicia al amor, en 1955.

2 comentarios:

  1. ¿Por qué me gustará tanto este poema de Ángel González?
    Gracias por traerlo.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Eso mismo me pregunto yo. Cada vez que lo leo, me parece nuevo. Un abrazo también para ti, Isabel.

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