jueves, 20 de septiembre de 2012

Escritores y gatos


Si te gustan las fotos antiguas, la literatura y los gatos, te puede interesar este reportaje que acabo de descubrir: 30 Renowned Authors Inspired by Cats. Treinta escritores acompañados de sus queridos mininos. Magníficas fotografías, muchas de ellas poco conocidas. Las de Raymond Chandler y las de Hemingway son impresionantes. Y la de Hermann Hesse, a cuatro patas tras su gato, es muy graciosa. El gato de Philip K. Dick da tanto miedo como él y parece igual de atormentado. Auden, Capote, Plath, Colette, Cocteau, Sartre, Kerouac, Highsmith o Borges, entre otros, completan el catálogo. Ya sabes que por aquí somos bastante gatunos, así  que, poco a poco, iré añadiendo algunas de ellas (las que aún no estaban) a La escritura desatada, mi recorrido visual y sentimental por los libros y sus autores. Me ha costado escoger una para encabezar esta entrada. Al final me decidí por Cortázar, que creo se lo pasaba bomba en ese momento. La felicidad del instante. ¿Cuál hubieras elegido tú?  

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Teorías del otoño


Me gusta esta ilustración de Grant Snider. En su blog, Incident Comics, se pueden encontrar auténticas maravillas, muchas de ellas relacionadas con la lectura y los libros. Por ejemplo, sobre libros abandonados en la calle: Stray Books. O sobre lecturas de verano:  Required Summer Reading. Ingenio, humor, sensibilidad y un dibujo tan sencillo como atractivo. Merece la pena dedicarle un rato.

martes, 18 de septiembre de 2012

Se imponen los dorados


Tardes de septiembre. Sentimientos de verano en sol de otoño. Pronto recogeremos la vida bajo sábanas. Lecturas de interior. Tacto de mesa camilla. Inexorable matemática planetaria. Se imponen los dorados y el té caliente. Noches prematuras. Tiempo de paraguas y gabardinas. Demasiados chaparrones de los que protegerse.

martes, 4 de septiembre de 2012

Lectura compartida


Estamos en 1914. En Granada. Federico García Lorca acompaña a Isabel, su hermana menor, que lee. Quizá se está iniciando en ese arte mágico que tantas satisfacciones le dará. Quizá sólo mira las ilustraciones o le señala algo a su hermano. Ambos parecen ajenos al fotógrafo. Él tiene, aunque no lo parezca, unos dieciséis años. Ella no llega a cinco. Raya en medio. Mobiliario andaluz de casa bien. Dedos que sujetan con delicadeza a la hermana. Balcón con luz de entretiempo, casi verano. Pulcritud de la composición. Intimidad familiar. 

Años después, Isabel se dedicará a la enseñanza. Durante toda su vida. Formó parte de esas primeras generaciones de mujeres que accedieron a la universidad en un mundo que estaba cambiando, aunque, por desgracia, el cambio se vio fatalmente truncado. Dolor. Exilio. En septiembre de 1939 sale con su familia hacia Estados Unidos. Federico no va con ellos. Su padre morirá en Nueva York, ciudad lorquiana. Geometría y angustia.

En una preciosa entrevista que podemos encontrar en web de la Residencia de Estudiantes, Isabel repasa algunos aspectos de su vida relacionados con la enseñanza. Entre anécdotas jugosísimas, se muestra orgullosa de la educación cuidada que le dieron sus padres y sus profesores de universidad (por allí estaban Ortega, Sánchez Albornoz, Américo Castro, Pidal, Lapesa o Guillén, entre otros). Época mítica donde las haya. Habla de sus lecturas y de sus diversiones de entonces. De los poetas que los visitaban en Nueva York, especialmente Guillén, Salinas y Juan Ramón, al que defiende. Confiesa que ella nunca en sus clases quiso hablar de su hermano, algo que todos supieron respetar. Y, de fondo, siempre, la Institución Libre de Enseñanza, abriendo caminos. En Granada se decía, comenta Isabel, que, cuando pasaba Fernando de los Ríos, olía a azufre. Se muestra orgullosa del pensamiento de Francisco Giner: "A la mujer hay que educarla como y con el hombre, porque no van a vivir luego cada uno en un mundo distinto".

Cuando el entrevistador le pregunta si su hermano Federico le dedicaba algún tiempo, ella contesta:
Menos mal que no me hace usted la pregunta de siempre: «¿Cómo era Federico de niño?». Él era trece años mayor que yo, es decir, que le conocí con pantalón largo y ya seriecito; de cómo era de niño sé lo que me han contado. Era cariñosísimo, pero con todos. Hacíamos mucha vida de familia y no tenía una dedicación especial o total para conmigo, tampoco había ninguna razón para que la tuviera. El estreno de Mariana Pineda en Granada, en 1929, fue algo muy importante. Fue un éxito loco y, sobre todo, una satisfacción muy grande para mi padre, porque vio muy pronto el triunfo de su hijo. Él tenía mucho miedo de que eso no sucediera. Hay una anécdota muy buena con un amigo suyo, ingeniero, uno de los primeros que fusilaron en Granada. Le dijo: «¿Tiene usted miedo por el futuro de un chico que ha sido capaz de escribir el segundo acto de Mariana Pineda? Usted está loco. ¡Va a ganar mucho más dinero que usted!». Mi padre estaba muy preocupado por que Federico no se ganara bien la vida.
No sé si lo he dicho, pero la foto de arriba me encanta. Y lo único que quería era compartirla contigo.