martes, 9 de octubre de 2012

Inventario desordenado de pequeños placeres


Estirarte a su lado cada mañana. Pasear por caminos de tierra. Acariciar la corteza de un árbol. Escribir con pluma estilográfica. Las primeras páginas de un libro. El olor a café que llega de repente y se convierte en deseo. Mirar por una ventana. El silencio de la noche cuando todos se han dormido. Un buen plato de patatas revueltas. Tu sillón favorito, que te llama a todas horas del día. "Siéntate, siéntate", te dice. Los dibujos animados en familia. Redescubrir peliculas que tenías casi olvidadas y volver a reírte con las mismas escenas de entonces. El cosquilleo en el estómago al saltar al campo tu equipo. La hierba recién cortada. Repasar el lomo de un gato. Hablar de libros. Saber que tu memoria es una memoria compartida. Disfrutar de los cómics como cuando eras niño y se llamaban tebeos. Los caminos de emociones únicas por los que te lleva un poema. No poder ir al trabajo (a tu pesar) porque ha nevado tanto que se cortaron las carreteras. Sustituirlo (a tu pesar) por café, besos y tarta de chocolate. Disponer de una tarde libre para perderla. El desnudo femenino, siempre imprevisible y mágico. La hipnótica contemplación del fuego. Despertar en mitad de la noche y que aún queden tres horas para levantarte. La almohada, que siempre te comprende. Volver a escuchar Julia y comprobar que el tiempo no la ha desgastado. Las hojas de los árboles. El agua caliente de la ducha en tu espalda. El agua helada y viva del río en tus manos. Que no te duela nada. Abrir al azar un viejo libro y encontrar rastros perdidos de otras vidas. Una caricia en la nuca. Regresar a casa.

1 comentario: