miércoles, 23 de diciembre de 2015

De mentiras que nos descubren verdades

Man Ray | Silhouette de Lee Miller, hacia 1930

La belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa.

Inmanuel Kant

lunes, 2 de noviembre de 2015

Libros pacientes


Los libros son muy pacientes: siempre nos esperan.
—Alberto Manguel

jueves, 29 de octubre de 2015

Halloween antes de Halloween


Por entonces ya existía Halloween, pero nosotros no lo sabíamos. No íbamos disfrazados por las calles, ni pedíamos golosinas con el consabido «truco o trato», ni llenábamos las casas de calabazas de colores. En realidad, muy pocos habían visto en su vida una calabaza, excepto a Ruperta, la del Un, dos, tres, pero esa no cuenta. Nuestro mundo tenía otras costumbres y otras texturas. Alguien dirá ahora que era un mundo en blanco y negro, y quizá lleve algo de razón, sobre todo si pensamos en las miradas infantiles de las fotografías y en nuestros programas favoritos de la televisión de entonces. Pero yo estuve allí y os puedo asegurar que el cielo era muy azul y los atardeceres de finales de agosto, increíblemente rojos.

Ahí empezaba todo. Tras un verano infinito de piscinas y amistad, días de ocio impagable, llegaba, casi a traición, el otoño, con sus tardes oscuras, sus mangas largas, la vuelta a clase y las mesas camillas. Cómo no recordar el momento, casi solemne, en que nuestra madre ponía las faldillas de la mesa y parecía decir: «queda oficialmente inaugurado el otoño». Y toda la familia se arremolinaba alrededor del brasero y de la sayuela (senagüillas la llamaban algunos) como en un rito de tránsito. La vida se recogía bajo sábanas. Empezaba el tiempo de las botas de goma, los impermeables reversibles y los paraguas, siempre inútiles y siempre rotos. Con ritmo de lápices afilados, tablas de multiplicar y mapas calcados en una fría ventana, se acercaba nuestro Halloween…


Es de noche. Sopla el viento y retumban los cristales. Como siempre, se ha ido la luz y aún queda olor a velas en la habitación. Refugiado en su cama, el niño imagina. Sus ojos temen las sombras, que parecen moverse libres cerca de la ventana. Cruje una madera. Silencio. Imagina que se abre la puerta del armario. Silencio. Imagina que unas manos, salidas del cabecero de la cama, lo atrapan sin remedio. Oye, demasiado lejana, la respiración de sus padres, que duermen plácidos. Él, ojos de gato, no puede dormir. Está seguro de que las cortinas se han movido. Mientras sondea la oscuridad, recuerda historias que le ha contado su abuela sobre el Día de Todos los Santos y sobre la Noche de Difuntos. Resuena en su memoria la voz de un tal Tenorio (o algo así), un programa de televisión que ha reunido a sus padres. Él no ha entendido nada, aunque había algo que daba miedo: el choque de las espadas, la manera tan rara de hablar, la música, un cementerio. Sigue lloviendo. La luz tambaleante de una mariposa, que navega sobre su plato de aceite, llena el cuarto de fantasmas. Todo parece quieto.


El día trae sonidos de domingo. La voz de su padre y el olor de las batatas cocidas, espolvoreadas con azúcar y canela, acaban de despertarlo. Parece que ha sobrevivido y el mundo sigue allí. La noche y sus espectros han quedado atrás. Con un poco de suerte, pasarán luego por la confitería y comprarán huesos de santo (nunca los ha probado, pero el nombre promete) y buñuelos de viento. Menudo mostrador tienen en esta época. Podría uno quedarse horas mirándolo. Por la tarde, vendrá su abuelo, que le ha prometido hacerle un farol con un melón zocato y una vela. «Como el que llevó a clase mi amigo Ramón», le había pedido él. Aún no lo sabe, pero, cuando llegue la noche y encienda el farol, las sombras volverán.


viernes, 25 de septiembre de 2015

El hecho de estar vivo exige algo


Arte poética

                                     A Vicente Aleixandre

La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
—sin embargo tan vívido— y el frío
repentino que casi sobrecoge.

La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.

Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.

Es sin duda el momento de pensar
que el hecho de estar vivo exige algo,
acaso heroicidades —o basta, simplemente,
alguna humilde cosa común

cuya corteza de materia terrestre
tratar entre los dedos, con un poco de fe?
Palabras, por ejemplo.
Palabras de familia gastadas tibiamente.

Jaime Gil de Biedma | Compañeros de viaje, 1959

miércoles, 1 de julio de 2015

Fantasmas artificiales


Sentí repudio, casi asco, por esa gente y su incansable actividad repetida. Aparecieron muchas veces, arriba, en los bordes. Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma).

Adolfo Bioy Casares | La invención de Morel, 1940

domingo, 31 de mayo de 2015

Atardecer de mayo

Camille Pissarro | Le petit pont, Pontoise, 1875

Atardecer de mayo. En algún lugar del bosque se entreabren las puertas doradas del verano. 

lunes, 4 de mayo de 2015

Cartas de amor


Las cartas de amor son una relación con fantasmas. Los besos escritos no llegan a destino. Son bebidos por fantasmas durante el trayecto.

De una carta (de amor) de Franz Kafka a Milena

domingo, 19 de abril de 2015

Máscaras


Siempre hay máscara, salvo cuando el dolor, la bronca o la devastadora gratitud nos desnudan el alma.
Ernesto Sábato

domingo, 5 de abril de 2015

jueves, 2 de abril de 2015

Changes


Somos reacios a reconocer los cambios. Creemos vivir en un presente sólido, decorado con pequeños gestos cotidianos que marcan nuestro territorio, nuestra manera de estar en el mundo. Cada día la misma emisora a la misma hora, el mismo despertar, los mismos saludos a las mismas personas, nuestras mismas señales de afecto. Algunos lo llaman rutina. Desde ella construimos lo que creemos ser y desde ella recordamos. Pero el presente no existe, ni el pasado: lo reinventamos a cada instante. Nuestra memoria es un ir y venir permanente para construir y dar sentido a lo que no lo tiene, pues nunca existió de ese modo. La infancia es el espacio que hemos creado para imaginarnos en otro tiempo en que no éramos aún nosotros. Vivimos en el cambio y somos el cambio. Y, sin embargo, cuánto nos cuesta cambiar.

lunes, 2 de marzo de 2015

Galaxias en sus ojos



Los árboles pautan el silencio
y las nubes apenas enturbian
el azul cansado de marzo.
Entre ellos, la palanca de cambios
y los años. Cada curva
guarda memoria de otras
curvas ya olvidadas.
La blusa amarilla, entreabierta,
primaveral, se deja acariciar
por la ventanilla de un viejo Peugeot.
Pezones rebeldes y encontradizos.

Un mapa manchado de café y besos
dirige sus pasos
hacia ese lugar incierto
en que ya no importa
el destino, si acaso el nombre de un hotel
lejano y apenas recordado.
Los árboles pasan en silencio.
Vio galaxias en sus ojos
adormecidos por el sol de la tarde,
mientras la música, aquella voz antigua,
muslos y caricias,
los lleva ahora por otros caminos.

Pasan árboles y pensamientos
y más árboles y palabras recordadas.
Y ahora las galaxias le parecen
el agujero negro del que ya nunca
podrán salir.

domingo, 8 de febrero de 2015

Nosferatu



Vaya por delante que Nosferatu (F. W. Murnau, 1922) es una película que me gusta mucho. Así que, cuando encontré por azar este libro entre los estantes de la Biblioteca Pública (sí, siguen existiendo), no pude resistir la tentación de cogerlo y admirar la enorme cantidad de material adicional que incluye. Esta monografía de Luciano Berriatúa, auténtico especialista en la materia y autor de la mejor restauración del film hasta la fecha, forma parte de una de las últimas ediciones de la película, la de 2006, que también acompaña al libro en forma de dos DVD, uno con la copia restaurada y otro con extras.

Berriatúa documenta exhaustivamente el proceso de producción, filmación y restauración de Nosferatu. Es sorprendente la cantidad de fotografías y documentos originales que reproduce el libro, desde fotos fijas publicitarias a recortes de prensa, fragmentos del guion anotado, carteles o minuciosas localizaciones de los escenarios reales tal y como se conservan en la actualidad. Un trabajo ingente. Todo ello está enmarcado en la idea que da título al libro, tomada de la misma presentación de la película en 1922: la de Nosferatu como una película producida por una logia oculista para divulgar sus ideas. Para ello se creó una productora específica, Prana Film, que acabó quebrando. También en este sentido la documentación aportada es muy amplia, aunque a mí me interesa menos.

Hay que tener en cuenta que la historia de la película es azarosa, pues se trata de una versión de Drácula (1897) de Bram Stoker, novela cuyos derechos no tenía la productora, por lo que se vieron obligados a hacer algunos cambios en los nombres de los personajes para disimular la evidente ilegalidad. Eso hizo que Florence Stoker, su viuda, una vez enterada por una carta anónima, persiguiera judicialmente (con bastante éxito) cualquier copia existente. Pocas sobrevivieron en condiciones. Por suerte para los cinéfilos, alguna, que ya estaba en el extranjero, escapó al tiempo y a la quema.

Lo mejor que me ha deparado la lectura del libro ha sido sin duda el interesantísimo material gráfico aportado. He echado en falta, en cambio, una mayor atención a la propia película en sí. Quiero decir: que se queda en lo exterior y (casi) nunca se recrea en el análisis de las hermosas imágenes de Murnau. Y a mí eso me hubiera gustado, aunque, por supuesto, soy consciente de que no era esa la intención del autor.

Un libro muy recomendable para los amantes del cine mudo (en especial de la obra de Murnau y del Expresionismo alemán) y para cualquier lector interesado en estudiar los orígenes del tema vampírico en el cine. Todavía hoy sigue produciendo escalofríos la estilizada sombra de Nosferatu (Drácula) subiendo la escalera para visitar a Ellen (Mina) o su primera aparición entre las penumbras del doble arco del castillo. El origen de toda una mitología del terror.







Nosferatu: Un film erótico-ocultista-espiritista-metafísico
Luciano Berriatúa
Divisa Ediciones, Madrid, 2009, 1ª edición, 318 pp.

domingo, 18 de enero de 2015

Invierno


El invierno dibuja con dedos de escarcha en los grandes ventanales de la memoria.